Recuerdos de Caacupé
El Museo Histórico Cultural y Religioso de Caacupé surge por entusiasmo y voluntad de unas personas que se unen para rescatar objetos relacionados con el pasado de su comunidad. El incipiente acervo expone piezas de uso eclesial, artefactos de la vida cotidiana y recuerdos caacupeños del ayer.
En un salón de la antigua casa que pertenece a las Hermanas Dominicas del Rosario de Montelis –a un costado del santuario de la Virgen-, que se expone el acervo del Museo Histórico Cultura y Religioso de Caacupé.
La mayoría de los objetos provienen de donaciones hechas por familias tradicionales y se relacionan con la memoria histórica de la Villa Serrana.
En un artesanal estante de madera rústica, cedido por el señor Martín Fretes, están colocadas viejas máquinas de escribir y mimeógrafos, planchas de hierro a carbón, restos de máquinas de coser, pavas, una serie de ventiladores en desuso, y los aparatos que utilizaba doña Abela Concepción González de Saucedo para elaborar hostias. “Mamá preparaba las hostias para distintas parroquias del departamento de la Cordillera y también para la iglesia de Caacupé. Desde joven se dedicó a eso y lo hizo hasta poco antes de su muerte hace una década, a la edad de 86 años”, comenta la hermana Celia Saucedo González, presidenta de la comisión que administra el museo.
La religiosa, gentil anfitriona, hace saber que dada una de las piezas tiene su propia historia. Entre las pertenencias de Monseñor Demetrio Aquino, célebre obispo que atendió la espiritualidad de los caacupeños por largo tiempo, se aprecian un atril en madera tallada que le obsequiaron los feligreses, un retrato suyo besando la mano del Papa Juan Pablo II y la mitra que utilizaba en las celebraciones eucarísticas.
Desde una deteriorada fotografía, Guillermina Farano es recordada como la reina del Club Deportivo Tte. Fariña, electa en 1954. Y, a través de un obsoleto apartado telefónico, se rinde tributo a Deidamina Fariña, telefonista pionera y luego jefa local de Antelco (Administración Nacional de Telecomunicaciones).
Partes de la antigua iglesia demolida para dar lugar a la construcción de la Basílica también conforman el acervo: existen el dintel de una puerta lateral y un balaustre del comulgatorio, donados por la señora Ana María Rivarola Matto.
Para nostalgia de los mayores, se conserva la campana de bronce que desde 1919 anunciaba a los alumnos de la escuela Teniente Fariña el inicio de clases o las salidas al recreo. No faltan los baúles de antaño, retrataos de sacerdotes y algunos elementos provenientes de la Guerra del Chaco (1932-1935). Una prensa de madera que el sacristán Gregorio Velázquez empleaba para imprimir estampas de la Virgen de Caacupé será incorporada a la colección que se acrecienta día a día. “Todavía nos falta recoger muchos objetos que las personas nos van entregando para ser exhibidos”, advierte la profesora jubilada Judith Abbate de García, miembro titular de la comisión del museo.
La creación del Museo de Caacupé tiene como principal gestor a Osvaldo Javier Masi, quien desde su época estudiantil manifestaba la idea de habilitar en su comunidad un espacio cultural para rescatar la memoria histórica. A instancias suyas, entre los meses de octubre y noviembre del año 2006, se produjo la integración de una comisión con personas representativas para reunirse con autoridades municipales, gestionar habilitaciones legales y colectar objetos históricos. Tras el reconocimiento municipal alcanzado en 2007, iniciaron las actividades preestablecidas, bajo la asesoría técnica de la licenciada Adelina Pusineri (directora del Museo Etnográfico Dr. Andrés Barbero). “Yo soy pariente de Don Carlos Alberto Pusineri Scala y por ese lado surge mi interés por el rescate del patrimonio histórico de Caacupé, que es mi ciudad”, hace saber Javier Masi.
“Estamos muy motivados a seguir creciendo con nuestro proyecto cultural, tenemos en vista trasladar próximamente el museo al es Mercado Municipal, pues contamos con las promesas de las autoridades municipales que van a acondicionar el local para cedernos”, concluye la hermana Celia Saucedo González, con una agradable sonrisa.
Fuente Revista ABC, Javier Yubi.
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